Cuando compruebas que un medio de comunicación está dispuesto a manipular informaciones para seguir criticando a un equipo y un piloto; cuando se da más importancia a encuestas troleadas o a records falseados que a contar lo que ocurre; cuando un comentarista resentido lleva la hipocresía a límites absolutamente vergonzantes, a un pobre aficionado como soy yo se me quitan casi todas las ganas de juntar esas cuatro letras que a duras penas dejo por aquí después de cada carrera.
Viendo el desarrollo de esta carrera, es imposible no acordarse inmediatamente de lo ocurrido en Malasia. Han pasado ya más de seis meses de aquello, pero por desgracia no resulta sorprendente que lo escrito entonces siga siendo válido en muchos de sus aspectos. Y sobre todo una palabra: hipocresía.
Pero mejor será que vayamos al lío y nos olvidemos de lo externo para quedarnos sólo con lo sucedido en la pista, intentando ser breve con los hechos y con las opiniones.
Red Bull’s way of life
Los hechos: Red Bull tiene a su piloto número 1 (criado y mimado en casa) a las puertas de proclamarse matemáticamente campeón por cuarta vez consecutiva. Por primera vez en las últimas carreras un piloto rival no sólo les planta cara si no que se encuentra en posición de batirles. Según simulaciones de los equipos, la diferencia entre una estrategia de dos paradas y una de tres es de apenas 3-5 segundos. Webber sufre de manera habitual una degradación mayor en sus neumáticos (los cuida peor), suele ser de los primeros pilotos que necesitan entrar a boxes y no es la primera vez que debe hacer una parada de más. Red Bull se enfrenta al que sin duda es el equipo que mejor ha sabido gestionar los neumáticos durante toda la temporada (a pesar del bajón de rendimiento tras el polémico cambio de Pirelli). por otra parte, han demostrado ser unos expertos en estrategia y no es la primera vez que utilizan un cebo en una estrategia doble para atacar a los rivales y hacerles dudar.
Webber cae muy bien a todo el mundo, pero empieza a perder la carrera desde la salida (como siempre), perdiendo la posición con Grosjean y con un segundo stint muy pobre. Para rematar, con gomas mucho más frescas es incapaz de superar al francés durante varias vueltas , mientras que Vettel se había deshecho de él en apenas una. Si casi no puede adelantar al Lotus yendo a tres paradas, ¿porqué suponemos que con dos sí lo hubiera hecho? Si vas a utilizar dos estrategias diferentes, ¿a quien le das la más arriesgada? ¿Al que tiene en su mano el título o al que no ha sido capaz de rendir en los dos últimos años al nivel del coche que pilotaba? ¿Hay que regalarle la victoria a un piloto que no ha destacado precisamente por su comportamiento en los últimos tiempos? En definitiva, Red Bull hizo lo mejor como equipo: doblete y acariciando ambos títulos.
Dejemos el tema sólo con dos detalles más. La carrera de Vettel fue una de las peores (menos buenas para ser justos): pasadas de frenada, malas trayectorias,… detalles poco habituales en él. A pesar de eso otra victoria y esta vez al ataque, no desde la pole. Grosjean ha dado un salto de calidad importante. Hace unos meses parecía que su aventura en la Fórmula 1 terminaría esta temporada sin pena ni gloria, y que había desperdiciado su talento. Ahora, sin la sombra de Raikkonen, se ve capaz de liderar el proyecto Lotus para el próximo año e incluso podría arañar una victoria antes de que termine este campeonato. Curioso la cantidad de vueltas que da esto.
Por cierto, por si alguno no había caído en la cuenta: triplete de Renault. De nuevo. Y record de poles por delante de Ferrari.
La indignidad de un piloto
No olvidemos que para subirse a uno de estos monoplazas hay que ser excepcional, y que las críticas que hacemos siempre son (o deberían ser) relativas a ese nivel. Dicho lo cual, hay un piloto que si tuviera un mínimo de dignidad no se subiría más a su monoplaza rojo.
La actitud y las actuaciones de Massa son más que lamentables, y en esta carrera han llegado a límites increíbles. Ignora las órdenes de equipo (ya me he declarado muchas veces a favor de ellas) en una lucha estéril con Alonso, defendiéndose como si se jugara el mundial para acabar la carrera 10º adelantado por Button. Para rematar la faena le sancionan por correr más en el pitlane que en la pista.
Para el brasileño parece que sólo existe su compañero de equipo, al único que pone dificultades mientras a los demás casi les abre la puerta. ¿Así es como se ayuda a sí mismo? Pocas veces una declaración como la que hizo avisando de que ya no ayudaría a Alonso sonó más ridícula. Ese ataque de dignidad lo debería haber tenido en Hockenheim en 2010 y haberse largado de Ferrari al terminar ese año. Ahora no son más que brindis al sol. Y en último caso, si te vas a saltar las órdenes de equipo, que sea para ganar la carrera, como Vettel, no para acabar con un ridículo punto. Porque salió 5º y acabó 10º, mientras su compañero salía 8º y terminó 4º. Pero tanta culpa tiene él como los responsables de que se haya mantenido en su puesto durante los tres últimos años y que para más inri disculpan actuaciones como la de este Gran Premio.
Vida más allá del podio
En un gesto infrecuente, Alonso reconoció que no estaba pilotando bien. Y, ¡oh sorpresa! No pasa nada. A estas alturas, con el mundial perdido, es lógico que el rendimiento no sea el mismo. Sin embargo Mercedes, aunque desaparecidos aquí, están al acecho del subcampeonato de marcas, consuelo de los perdedores.
La sorpresa del final de temporada está siendo el equipo Sauber, al que el cambio de neumáticos le ha venido muy bien. Ya no es sólo Hulkenberg el que destaca, su compañero y novato Gutierrez, por el que nadie dábamos un duro a principio de temporada, está llevando una progresión realmente notable en este tramo final.
Reconozco que soy muy pesado con los circuitos clásicos, pero la diferencia es clara y lo hemos visto este fin de semana. En Suzuka los errores se pagan. En los tilkódromos no. Y eso marca una gran diferencia.
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Y un par más muy interesantes:
- El fantasma de los puteos a Webber, por LukasThyWalls
- El alternativo GP de Japón de Antonio Lobato, por Sergio Dosil